Dolç de Foc Flama
Este vino hervido es la reinterpretación que David Seijas y la familia Roqueta hacen de una receta familiar única de finales del s.XIX, que se ha transmitido de generación en generación.
Os presentamos el Dolç de Foc Flama.
DOLÇ DE FOC FLAMA
GRADUACIÓN
14,85%
Mosto desfangado procedente de prensado Picapoll, Macabeu y Malvasía concentrado en una cazuela de acero inoxidable, encima de un fuego hecho con madera en el interior de una barraca de piedra seca. Iniciada la ebullición, se va evaporando parte del agua, y se van concentrando los azúcares, enriquiéndose los aromas a ritmo pausado.
Llegado al punto de concentración deseado, reposa hasta que se enfría. Se trascola a una barrica de castaño -de 100 litros -, donde fermenta lentamente hasta que la fermentación se detiene de forma natural, dejando una concentración de azúcares residuales.
Alcohol: 14,85% vol.
Acidez total sulfúrica: 4,6 g/l
Acidez volátil: 1,44 g/l
pH: 3,51
SO2 total: 40 mg/l
Azúcares: 144 g/l
El vino hervido recién fermentado se añade a la barrica de crinza – una barrica de los años 30 y con una capacidad de 300 litros -, donde reposa con las lías de vino rancio – de 70 años aproximadamente -, impregnándose de la complejidad aromática del vino rancio y conviviendo con los vinos de más de una añada.
Una reinterpretación de David Seijas y Abadal de una receta histórica de la familia Roqueta, transmitida de generación en generación, que tiene en cuenta el movimiento vinícola actual y la gastronomía. Buscando aportarle mayor complejidad a partir del envejecimiento del vino en la barrica de vino rancio, durante un mínimo de 4 años, un sistema de soleras.
Una propuesta actual gastronómica, buscando un vino persistente y con muchos matices, con un equilibrio entre dulzura y frescura.
A la vista es hipnótico, con tonalidades de cobre, reflejos rojizos intensos y un brillo rojizo que recuerda al fuego.
Es límpido y brillante, de capa alta y nos muestra una gran densidad en copa, con unas lágrimas lentas y densas que evidencían su gran concentración y su larga crianza en solera.
La nariz es de una gran complejidad, un juego de frutas almivaradas con pieles de cítricos confitados, de miel y caramelo líquido, acompañadas de unas notas finas y elegantes de frutos secos, entre tostados y garrapiñados, donde brilla por encima de todos la avellana. Por último, salen unos bonitos recuerdos de cacao y de humo.
La boca es de un preciso equilibrio entre el mundo del vino dulce y el del vino rancio.
De entrada placentera, untuosa, pero fresca, textura densa y una gran acidez que le mantiene vivo.
Suculento y sabroso, con mucho peso, gran concentración y una infinita profundidad.
La retronasal está llena de frutos secos, pieles de cítricos, cacao y confituras frescas.
Su versatilidad le hace delicioso con quesos potentes, untuosos y salinos, con chocolates con gran % en cacao, o con cualquier versión de la Tarte Tatin.
Pero es también un gran vino de reflexión, para parar el tiempo y disfrutar de una majestuosa sobremesa, con la mejor compañía, o contemplar la chimenea.